lunes, 28 de julio de 2008

Vacío...




Después de tres inútiles intentos con los médicos de las ambulancias que no lo quisieron internar decidí llevar a mi papá a la clínica. Lo bajé por las escaleras, sola y como pude, lo subí al taxi y esperamos una rápida atención en la sala de espera.
Mi papá me dijo: - “Barbye, anda a comprarme un agua, tengo sed”- Sacó plata y fui al kiosco de al lado. No llegué a tardar más de dos minutos.
-“Papi toma el agua”- le dije.
El se encontraba con la cabeza agachada y las manos juntas, en posición de “Rezo a Dios”. Él no me respondió mi llamado y le levanté la cabeza… Sus ojos estaban abiertos y su pecho quieto, no respiraba.
Grité desesperada “Un médico, un médico”, mientras le abría la campera y le soplaba la boca me hubiese gustado darle mi respiración con tal de que vuelva.


Enseguida se lo llevaron.
Lo primero que hice fue avisar en mi casa y no paraba de llorar.
A la media hora pasa mi papá acostado en la camilla con un tubo en su garganta que le daba oxígeno, iba a terapia intensiva.
Más fuerte fue mi desesperación porque mi papá no me vio que estaba ahí, yo quería que sepa que estaba a su lado esperándolo para volver a su casa. Una médica me avisó que tuvo un paro cardio-respiratorio.
A la hora, algunos de mis familiares ya habían llegado, sale la misma médica y me dijo que hubo un segundo paro.
Sentí el dolor de mi pecho aun más fuerte.
A la media hora llegó mi mamá, yo ya no tenía consuelo.
Un médico me llamó a mi y a mi tía
-“Falleció” – me dijo.
Fue entonces cuando se me vino el mundo abajo, cuando sentí ganas de morirme… La angustia me oprimía el pecho, la desesperación y el llanto me ahogaban.
Hoy, casi un año después, todo lo que sentía en ese momento lo siento ahora, el mismo desgano, los llantos, las angustias… Es una herida que nunca se va a curar, es un vacío que me va a quedar para siempre…




¿Por qué la vida me castigó tanto?

martes, 13 de mayo de 2008

"Un abrazo, un beso y unas palabras"


No puedo explicar la horrible sensación que tuve cuando me desperté a la noche. A la tarde lo habían enterrado y pasé toda la noche anterior sin dormir junto a mis familiares que me acompañaban en el peor momento de mi vida. Quizás si pudiera volver el tiempo atrás, no me hubiese despegado ni un segundo mientras descansaba eternamente bajo la cruz. Aunque si pudiese volver el tiempo atrás, lo abrazaría, le daría un beso, le diría "Te Quiero" y le pediría que no se vaya.

Cuando desperté al día siguiente sentí que me faltaba el aire, era la angustia que me oprimía el pecho; es difícil que "caiga la ficha", nunca terminas de entender el por qué y esa angustia perdura por mucho, mucho tiempo.

Recuerdo todo como si hubiese sucedido ayer, verlo sentado en la sala de espera del sanatorio, con los ojos abiertos y su pecho quieto, sin respirar; la desesperación no me anuló la cabeza, no dejé que el pánico se apodere de mi y actué rápido. Pero todo fue en vano, el destino estaba marcado, había llegado la hora de que se vaya para siempre.

Solo espero que descanse en paz y deseo que el día que llegue mi hora pueda reencontrarme con él para poder darle un abrazo, un beso, decirle: "Papi Te Quiero Mucho" y le diría...

"VENGO A QUEDARME CON VOS PARA SIEMPRE"


Barbye. 12/05/08